en caída libre.Sector energético
De acuerdo con cifras
oficiales dadas a conocer ayer, en el segundo trimestre del año
Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE)
registraron pérdidas por 84 mil y 19 mil millones de pesos,
respectivamente. En ambos casos, estos retrocesos respecto de los
resultados de 2014 deben sumarse a los producidos durante el primer
trimestre del año, con lo que la merma acumulada asciende a 184 mil
millones en la petrolera y 35 mil millones en la empresa de energía
eléctrica.
En el caso de Pemex es ineludible señalar que las pérdidas referidas
coinciden tanto con la caída en los precios internacionales del crudo
como con la depreciación del peso frente al dólar y la baja en las
ventas de gasolinas y diésel. No obstante, esos fenómenos coyunturales
no son suficientes para explicar la dramática sangría que acusa la
petrolera: la caída en las cotizaciones de los hidrocarburos –la mezcla
mexicana de exportación pasó de 97.09 a 53.95 dólares por barril– es sin
duda un factor de consideración, pero debe recordarse que en 2013 la
mezcla mexicana promedió 98 dólares por barril y, aun contando con ese
alto precio, Pemex registró una pérdida de 169 mil millones de pesos.
Por lo que respecta a la CFE, es preocupante que esa empresa reporte
en el segundo trimestre del año ingresos menores en 10 mil millones de
pesos a los obtenidos en el mismo periodo de 2014, sobre todo si se toma
en cuenta que el panorama podría agravarse en un futuro próximo: pese a
que esta compañía suministra energía eléctrica a 95 por ciento de la
población, casi 60 por ciento de sus ingresos proviene de los grandes
consumidores no domésticos, justamente aquellos que a raíz de la reforma
en la materia podrán contratar el suministro energético a productores
privados. Se calcula que con esta liberalización la CFE dejará de captar
185 mil millones de pesos cada año.
Ante estas cifras preocupantes en dos empresas fundamentales del
Estado mexicano, cabe preguntarse si tal situación se debe a una
inviabilidad intrínseca de las empresas públicas que hace imposible su
rentabilidad; a que al mando de éstas se ha colocado a funcionarios
incapaces, que debieran ser removidos, o bien –lo que sería grave– a un
deliberado abandono que busca favorecer los intereses de compañías
privadas del sector. Estas dudas son de particular pertinencia en este
momento histórico, cuando se echa a andar una reforma energética
presentada por el gobierno federal como solución al problema de
competitividad de las ahora llamadas
empresas productivas del Estado.
En este sentido, es significativo que, pese a ya no contar con
la facultad monopolística en la exploración, explotación y distribución
de hidrocarburos, Pemex siga sometida a un régimen fiscal
excepcionalmente lesivo, al cual no se encuentra sujeta ninguna de sus
competidoras nacionales y extranjeras. Cabe notar que de los 309 mil 700
millones de pesos que obtuvo por sus ventas entre abril y junio de este
año, Pemex pagó 97 mil 800 millones en impuestos y derechos, que en los
hechos le impidió realizar nuevas inversiones y causó el deterioro de
valiosos activos. Si la intención de la referida reforma energética era
consolidar a Pemex como una petrolera competitiva a escala
internacional, ¿por qué mantenerla en una condición de desventaja fiscal
respecto de sus competidoras?
A la vista de estas cifras, no parece sostenerse la pretensión del
gobierno federal de que Pemex y la CFE compitan en igualdad con
multinacionales cuyas capacidades financieras y tecnológicas las rebasan
ampliamente. La administración de las industrias energéticas se muestra
tan desafortunada que pareciera ser, en el mejor de los casos,
evidencia de una inadmisible ineptitud y, en el peor, consecuencia de un
designio deliberado de llevar a las compañías productivas del Estado a
la ruina y avanzar, de esa manera, en la lógica privatizadora que
constituye uno de los ejes de flotación del neoliberalismo.
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