La Maroma de Amatitlán en El Plaza Condesa de México D.F

México, DF.- Don Alfonso Jiménez Fernández, un campesino oaxaqueño de 56 años, recuerda que a los 22 pensaba que nunca podría ser payaso porque cada vez que salía a escena le ganaba la risa.

Todavía ahora cuando lo cuenta se ríe y la pintura blanca de su cara se llena de grietas. Trae un traje rojo casi rosa con bolitas blancas y holanes, y la nariz también colorada.
 

"Hasta que me dieron la oportunidad de actuar en la fiesta patronal de mi tierra, San Miguel Amatitlán, y ahí ya no tuve pena, ya desde ahí me fui volviendo regular", dice.

Detrás de él, su esposa, Aurelia Bonilla, envuelta en un rebozo lo mira y se ríe. El matrimonio es representante de la maroma campesina, una tradición mixteca surgida en la época colonial. Los maromeros van de pueblo en pueblo levantando sonrisas donde sólo se da la tierra seca.
 

"Yo comencé a hacer reír por motivos de pobreza", relata don Alfonso, un hombre que jamás ha ido a un circo, pero que la noche del sábado 3 de mayo de 2014 actuó en el Plaza Condesa junto con la Orquesta Pasatono que presentó su CD Maroma.
 

Estaba nervioso. Nunca pensó actuar en un teatro. "Vamos a ver si los puedo hacer reír en el teatro".

Pero no es difícil para alguien que se ha enfrentado al hermetismo de los indígenas mixtecos.
 

Cuando don Alfonso juntó los pies y se inclinó para agradecer apretaba nervioso los holanes blancos de sus dos mangas entre el pulgar y el índice. Desde un punto del Plaza Condesa su esposa  Aurelia, lo miraba emocionada y sonreía. Agencia Reforma, Jorge Ricardo



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